El recurso al boicot no ha tenido, ni tiene, buena aceptación entre los sindicatos a la hora de pretender forzar a una empresa a cumplir sus obligaciones laborales o atender demandas y reivindicaciones justas. Sin embargo, tal vez resulte más eficaz de lo que parece, en este mundo en el que tanto importa la imagen y eso que llaman la opinión pública. Recuerdo un boicot internacional a una conocidísima marca americana de refrescos por su comportamiento laboral en un país de América Latina, y la fulminante solución del problema. Algo parecido se produjo cuando se denunció, y se propuso boicot, por el empleo de mano de obra infantil y en condiciones infrahumanas en la fabricación de pelotas de tenis y calzado deportivo de marcas famosas fabricadas por multinacionales en países de Asia.
En las relaciones internacionales, el recurso al boicot, al bloqueo o al embargo, es frecuente. Y no me refiero a casos como el de Cuba o Venezuela. Estados Unidos, llegó a imponer serias restricciones a las importaciones de automóviles europeos. Tras la nacionalización de YPF, el Gobierno español, en represalia, dejó de importar biodiesel argentino y Argentina replicó dejando de importar jamón español. En el caso de Cuba, el boicot norteamericano restringe la venta de alimentos, medicamentos y equipos médicos. En otros casos se incluye armamento, y tecnología. El no respeto a los acuerdos de medidas de boicot, conlleva a su vez sanciones para los países afectados. China ha estado muchos años excluida de la Organización Mundial de Comercio.
Creo que el Gobierno español no podría promover un boicot a los productos alemanes en virtud de los acuerdos y obligaciones derivados de nuestra pertenencia a la Unión Europea, pero los ciudadanos españoles si podemos hacerlo.
Si esto es así, ¿Por qué no boicoteamos la compra de productos alemanes en señal de protesta por el saqueo económico que nos están imponiendo? Escuché hace pocos días que la prensa alemana se mostró “indignada” ante la posibilidad de que el BCE intervenga comprando deuda española contribuyendo así a frenar la presión especulativa de los llamados “mercados”, y que tantos beneficios lleva reportando al sector financiero alemán.
Por lo que se ve, se ha hecho creer a la opinión pública alemana -y a la del resto de Europa, incluida la española- que adquirir deuda de países como España, Grecia o Italia, es algo así como “un sacrificio solidario” de la “generosa” Alemania, cuando es justamente lo contrario. La compra de deuda soberana a estos países es un grandísimo negocio, al que, claro, no se quiere renunciar. Una bicoca que se quiere prolongar por los altísimos beneficios que genera, sin mas cautela que la de asegurarse su cobro mas los altísimos intereses.
Mientras que por razones que ahora no es el caso analizar, a lo largo de los últimos 30 años se nos llevan imponiendo durísimos ajustes y drásticos recortes de nuestra producción industrial, agraria, pesquera, etc. (la famosa reconversión) como condición para integrarnos en Europa, con el argumento no de libre mercado, no, sino con el de que “de eso ya fabricamos nosotros lo suficiente para todos”. Así, Alemania y también Francia, se fueron quedando con el mercado, y también con nuestras industrias y marcas más rentables, convirtiéndonos en un país más dependiente cada día. Ahora parece haberle llegado la hora definitiva al sector financiero, y lo que es peor a nuestros sistemas de salud, educación, pensiones y protección social, que acabaran convertidos en puro negocio en el que vendrán a invertir sus ganancias “los mercados” que ahora nos esquilman. De paso podrán quedarse también, a precio de saldo, con algunas de nuestras mejores empresas hoy ahogadas por la política económica impuesta por la señora Merkel y sus bancos.
Entonces, todos los sectores se vieron afectados: la automoción, los electrodomésticos, las máquinas herramienta, la industria química, los seguros, la cerámica, el comercio, la hostelería… Hoy, cuando vivimos una nueva crisis de la que nos cuesta mucho salir porque nos imponen a su conveniencia nuevas normas y condiciones que lo hacen mas difícil cada día, no tenemos mas remedio que preguntarnos qué podemos hacer, como podemos presionar para al menos defendernos de estas medidas que para colmo ¡dicen que son necesarias para salvarnos!, pero que en realidad nos perjudican mas cada día, mientras que otros países como Alemania, curiosamente les benefician.
Por eso insisto ¿Por qué no el boicot a los productos alemanes? Por si acaso recordemos que los primeros números del código de barras de los productos alemanes son el 40 y el 44.
Productos alemanes de gran consumo hay muchos. Algunos de más difícil substitución, pero otros no tanto. Por supuesto tenemos una amplia gama de automóviles (Wolksvagen, Opel, y otros), muebles de cocina, electrodomésticos, máquinas herramienta, vajillas, y productos como la aspirina por ejemplo, pero también otros muchos entre los que cabe mencionar marcas como las siguientes:
LOCTITE, PATEX, PRITT, DIXAN, MICOLOR, NEUTREX, PERLAN, VERNEL, WIPP EXPRESS, CONEJO, ESTRELLA, MISTOL, TODA LA GAMA SCHWARZKOPF, FA, LA TOJA, MAGNO, DIADERMINE, DENIVIT, LICOR DEL POLO, KETCHUP, HEIZE, Etc. Alemanas son también las tiendas “LIDL” que nos acercan salchichas, cervezas y pasteles alemanes entre otros productos. En España parece que están instaladas 1.100 empresas alemanas de primera línea. De manera que un boicot serio podría hacerles reflexionar. Claro que no faltará quien piense que esto es una quimera. Sin embargo, la simple desafección por lo alemán creo que les perjudica, y eso sí que creo que se está produciendo.
En cualquier caso, con boicot o no, es lo cierto que comprando y consumiendo productos elaborados en España (Código de barras que empieza por 84) y a ser posible con materias primas también producidas aquí, y lo más cerca de nosotros, creo que saldremos ganando.
XESÚS MOSQUERA SUEIRO
30 de Julio de 2012